¿Sabes que la costumbre de que la novia llevara un ramo de flores tiene una historia fascinante? Al parecer los hermanos del novio se dedicaban a recoger flores silvestres que la novia debía ser capaz de reconocer. Al fin y al cabo, en aquellos tiempos la salud de la familia estaba intrínsecamente relacionada con el conocimiento de la flora autóctona de la madre, que utilizaba las hierbas tanto como aderezo para preparar la comida como para remedios caseros contra dolores y enfermedades.
Hoy en día, si tuviéramos que depender de nuestro conocimiento de la flora autóctona para la supervivencia, sencillamente caeríamos como moscas. La cultura de conocimiento de las plantas se ha despeñado hacia el abismo en las últimas décadas, en parte debido al cambio en la forma de vida, en parte por el olvido o la desidia de nuestros líderes políticos, en parte porque las especies con las que convivimos a diario han cambiado con respecto a las de nuestros antepasados.
Es verdad. Las especies son distintas, pero no por ello no son merecedoras de nuestro aprecio. Ya no nos sirven como botica de autoservicio, pero están intrínsecamente relacionadas con nuestra calidad de vida. Los espacios urbanos serían invivibles si no fuera por los, cada vez más, reducidos espacios verdes que nos acompañan y que son imprescindibles para nuestro bienestar y nuestra salud.
¿Y qué podemos hacer para devolver a la sociedad unos conocimientos y una sensibilización que nunca debería haber perdido? No es fácil, la verdad. Mientras que antaño eran conocimientos que se transmitían de padres a hijos hoy en día los padres no están preparados para transmitir ese tipo de conocimientos a sus hijos. Y los profesionales, parece que hablan en otro idioma, con todos mis respetos. Sus herramientas de identificación no sirven para la inmensa mayoría de la ciudadanía y tampoco están muy dispuestos a renunciar a ellas ya que, para su nivel, resultan de una utilidad incuestionable. Quizá por eso cuando un estudiante de biología llega a la asignatura de botánica, o bien ya tiene una cultura previa porque ha tenido la rara fortuna de contar con alguien que le ayudó en unos primeros momentos o, demasiado a menudo, resulta ser una asignatura odiosa para la mayoría.
Es verdad que hay algunos intentos de crear herramientas para todos, pero lamentablemente no sirven para todo, ni para poco en realidad. A menudo son autolimitadas porque no son más que simplificaciones de las herramientas que crearon los profesionales para ellos mismos. Otras veces requieren de una comparación con imágenes gráficas que resultan difíciles de manejar en cuanto el número de especies identificables empieza a ser numeroso.
Pero, al fin y al cabo, ¿para qué necesita el ciudadano medio herramientas para una grandísima cantidad de especies? Pues para nada, ya que el número de especies de su propio entorno es bastante limitado. El problema es que el número de entornos posible es enorme y por ello se necesitan herramientas fáciles de usar pero que sean adaptables a los distintos espacios posibles: entornos de centros de enseñanza, parques periurbanos, aulas en la naturaleza, espacios naturales,…
En las entradas de este blog esperamos poder ofrecer un análisis pormenorizado de la situación, analizando algunas soluciones tecnológicas, recopilando opiniones de los agentes interesados, iniciativas que merezcan la pena,… Esperamos poder aportar nuestro granito de arena para aclarar cómo está la situación y qué podemos hacer para mejorarla en lo posible.